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Más
allá de las cosas del arte
Sandra Pinardi
Al menos
en nuestro país, no es una empresa fácil la de intentar
dilucidar el papel. que han jugado los museos en el desarrollo y consolidación
de las formas más nuevas -y jóvenes- de la expresión
plástica. No es una empresa fácil porque su actuación
se ha llevado a cabo, por lo menos, en tres ámbitos. No sólo
han sido espacio para mostrar, para enfrentar y enfrentarse; han sido
en igual medida un espacio para pensar, para equivocarse y reflexionar,
para explorar; y su actuación, más allá de las valoraciones
que podamos hacer de ellos en cada caso particular, han constituido un
impulso y un centro.
Algunos ejemplos de esta actuación nos los proporcionan el I y
II Salón Pirelli de Jóvenes Artistas ,realizados
en el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, la exposición
Caracas 10, realizada en la Galería de Arte Nacional, muchas
de las exposiciones realizadas como proyectos práctico-teóricos
en el Museo de Bellas Artes. Sin pretender evaluar críticamente
lo sucedido en esas diversas exposiciones, quisiéramos apuntar
algunos elementos que creemos conforman el horizonte general de la actuación
de los museos en tanto que organismos interlocutores del arte contemporáneo.
En principio, los museos a través de estos actos han. quebrado
las fronteras de su propia legitimidad cultural -de su ser. espacios ceremoniosos
de coronación- y se han hecho cargo de las pulsiones y despliegues
de las expresiones plásticas contemporáneas, en el riesgo
aporético que todo intento de definición y nominación
de la contemporaneidad acarrea. Así
el museo -la institución- se ha permitido ser un espacio para el
ensayo, para el decir no institucionalizado, para la propuesta naciente
o inconclusa, y con ello ha intentado convertirse en expresión
de un acontecer y no en consolidación de aquello ya sucedido. Este
"desmayo", esta "apertura", tiene diversos aspectos
que sería pertinente al menos nombrar, pues este cambio de actitud
corresponde tanto a una necesidad de época como a un cierto proceder
de las artes plásticas en la actualidad.
La diseminación, la multiplicidad, la inconsistencia que ha signado
-y cifrado- la producción plástica contemporánea,
ha conducido a los museos a generar una reinterpretación de sus
propios oficios, de sus funciones. En este sentido, el museo ha dejado
de ser el territorio de la consagración -y de la contemplación-,
el espacio último y privilegiado de aquellas obras que son figuras
imperecederas de la cultura, ha dejado de ser el santuario de la historia,
para constituirse en un lugar -en un espacio que se habita y que, como
tal, atiende y comprende las modificaciones-.
Este cambio, en su desempeño, nos ha alejado del recuerdo que constituían
esas obras "ya sidas" y de la distancia que imponen los espacios
intemporales, de modo tal que hoy nos encontramos en los museos como en
los edificios, y podemos reconocer con ellos -y en ellos- las transformaciones,
los cambios y las interrogaciones que nuestro contexto cada día
nos solicita. Esta desacralización acarrea, como todo suceso, olvidos
y obsequios. Hemos perdido, en cierta medida, el monumento, la propiedad
en la que se depositan los significados, y con ello algo de dirección
y de finalidad; hemos ganado, por otra parte, una complicidad que permite
mirar nuestro instante desde un como si, desde la figurada separación
que sólo puede proporcionar un espacio emblemático "desmayado";
figurada separación gracias a la que podemos obtener sentidos inmediatos
a través de una interpretación que acoge el acontecer en
su actualizarse, y podemos reconocer rumbos, orientaciones. De esta manera,
el museo se ha hecho eco -y lugar de actividad- de la pluralidad que condiciona
nuestro tiempo. Rehuyendo, al menos en sus intenciones, de las actitudes
proféticas, se ha intentado revelar como un mortal entre los mortales,
sin darse cuenta, quizá, de que en la imagen colectiva sigue siendo
el icono de una inmortalidad que a veces desarma sus propias resoluciones.
En segundo lugar, y acudo a los ejemplos citados al inicio de este texto,
el museo se ha propuesto mirar la actualidad plástica -sus nuevas
y jóvenes manifestaciones- desde el proceso y desde el pensamiento
que las obras poseen, como un ejercicio teórico, como una búsqueda
de puntos de encuentros, de analogías, de interrogantes comunes.
Ha pretendido, en este sentido, ofrecer una lectura reflexiva con la cual
denominar y escrutar esa multiplicidad de realizaciones -obras, intereses,
preocupaciones, modos de decir- que conforman el hacer plástico
emergente.
Reconozco en esta actitud un acto de afirmación gracias al cual,
consciente o inconscientemente, los museos parecieran hacerse cargo de
una cierta noción de obra de arte en la que ese objeto se ha desprendido
de la cosa -de la imagen- y se ha instaurado como un sistema de relaciones,
existiendo entonces sólo como decir cifrado en esas cosas. Esta
noción de obra de arte que parece convenir y convivir con estos
intentos es aquélla que, como decía anteriormente, le ha
reclamado a estas instituciones la necesidad de repensar sus funciones
y sus finalidades, porque ha determinado que el museo deba explorar su
actividad más allá del cuidado (o la cura) de las obras
-de las cosas que cifran el arte-, porque les ha señalado un ámbito
teórico y crítico como parte ineludible de su destino. Sin
embargo, pareciera igualmente que en virtud de los mismos ejemplos podemos
decir que los museos han caído, a pesar de sus propios propósitos,
en la seducción de los sistemas teóricos, en el encanto
de las narraciones que niegan esa intraducibilidad que reina en todo sistema
de expresión y que hace muchas veces a las cosas que cifran el
arte entidades imposibles de dominar, de compendiar.
Independientemente de las dudas que cada exposición particular
pudiera provocarnos, creo que el carácter crítico y reflexivo
de estos intentos pone de manifiesto que el papel de los museos sobrepasó
el de la exposición para convertirse en actor, en instigador, en
conjurador de la actividad plástica. Podríamos decir que,
como efecto, tenemos que gracias a ese ejercicio teórico con el
que enfrenta y quiere conducir su diálogo con el arte contemporáneo
ha permitido que se renueven las miradas, que se formulen continuamente
nuevas interrogantes y .espacios de crítica y que sus vínculos
tanto con los artistas como con el público y el entorno social
se modifiquen y se alimenten recíprocamente, constantemente en
diversas direcciones.
Por último, estos diálogos con las jóvenes expresiones
plásticas han convertido a los museos en un espacio para el ensayo,
no sólo de obras en proceso, en gestación, sino también
para el ensayo de actitudes teóricas, de comprensión e interpretación,
para el ensayo de perspectivas. y ésta es quizá la razón
gracias a la cual los museos se han convertido en lugares, es decir, han
intentado resolver su relación con el arte como una interlocución
en la que, tanto las obras como las instituciones que las resguardan,
varían conjuntamente porque son, en realidad, dos aspectos de una
misma actividad, de un mismo conjunto de interrogantes, .de una misma
consistencia. Admito que
este destino teórico y crítico, esta conversión del
museo en espacio de sondeo, en lugar sin objeto preestablecido es, probablemente,
el aspecto más significativo que acarrea la entrada de estas nuevas
y necesariamente precoces expresiones en sus recintos, porque obliga,
en algún sentido, a que los riesgos, los errores y las opciones
se generen en una suerte de diálogo, en un entramado que no permite
establecer con claridad definida los pliegues de la legitimación,
que abre y se abre " como un cobijo a la transitoriedad, y muestra
con ello la condición deviniente de toda empresa creadora.
En tiempos de redefiniciones creo que esta conversación que se
lleva acabo entre los museos y las obras emergentes es, a pesar de su
dispersión o de su fragilidad, un momento de interrogación
necesario, un instante pertinente en el que se muestra aquella imprecisión
que nos pertenece, única desde la cual podremos reconquistar ese
horizonte siempre móvil, imaginario e inaccesible que nos emplaza
y, por tanto, nos posibilita .la mirada.
Sandra Pinardi. Ensayista, profesora universitaria.
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