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Si la Cárcel no
fuese un manicomio, no sería un museo
Miguel Posani
Seamos
sincréticos. Decir que existen muchas similitudes entre
el manicomio, el museo y la cárcel, seguramente no agraciará
a muchos, sobre todo a quienes tienen un bajo sentido del ridículo
y en consecuencia un bajo sentido del humor.
¿Un poco de análisis histórico social? Tratemos
de ir definiendo un contexto en donde podamos ver las similitudes,
sobre todo en esta época en donde se nos pide que veamos
las cosas que nos unen. Podemos arbitrar que el museo, como figura
institucional y espacial, aparece a finales del siglo XVIII.
Las colecciones tenían carácter privado, los Museos
Vaticanos sólo se abrían al público un día
al año. Existían las galerías reducidas
al círculo principesco. Sólo con la Revolución
Francesa, al ser en 1793 nacionalizadas la grande y la pequeña
galería del Louvre, son institucionalizadas como Museo
de la República por razones ideológicas y políticas.

Por otra parte, ...la locura, poco a poco, con eI Renacimiento,
va ocupando los espacios dedicados a leprosos; pero el gran
encierro, como período institucionalizado de aislamiento
de elementos marginados de la circulación social (mendigos,
alienados, prostitutas, retrasados mentales) comienza con Luis
XIV, 1612. Sólo en Francia, en 1768, existían ochenta
contenedores de mendicidad que acogían a los "locos"
en secciones especiales. Lo mismo en Inglaterra y Alemania.

A finales de los siglos XVII y XVIII, los religiosos de San Juan
de Dios gerenciaban una cadena de pensionados y hospitales civiles
y militares destinados al tratamiento de enfermedades mentales
y la supresión de "anormales". Más adelante
ese instrumento de contención llamado camisa de fuerza
y luego el electrochoque, las curas de sueño y ya en 1890
(Berlín) se plantea la lobotomía.
La cárcel, por su parte, se estructura como espacio contenedor
de suplicios, contexto de aislamiento y castigo, y ésta,
aunque se conoce desde antes del Imperio Romano, con los inicios
de la modernidad.
"Desarróllase entonces toda una problemática,
la de una arquitectura que ya no está hecha simplemente
para ser vista (fausto de los palacios), o para vigilar el espacio
exterior (geometría de las fortalezas), sino para permitir
un control interior, articulado y detallado" (Michel Foucault).

Si bien las cárceles como espacio de aislamiento y detención
existen desde antes del Imperio Romano, a partir del siglo XIII,
con el panóptico, se genera una estricta división
espacial y una estructura en donde la mirada vigilante está
por doquier. Con el inicio de la modernidad, tanto el manicomio
como el museo y la cárcel, se instituyen como espacios
totalitarios (ordenados), con un sentido en sí, presentando
una completa ruptura con un espacio externo. Las tres instituciones
son dirigidas por una estructura piramidal, las tres son contenedores
simbólicos, todas estructuran un "orden interpretativo
de las cosas" en sus espacios (ritos, tradiciones, imagen
pública, ciclos de actividad, jerarquías de poder).
En una se almacenan obras, en otra criminales y en la otra "enfermos
mentales". En los tres el poder y la funcionalidad de la
mirada determinan las estructuras espaciales. Si bien se puede
objetar que las plantas de los museos y el diseño de los
espacios internos de las cárceles y manicomios son diferentes,
no se excluye que aun así los tres comparten un determinado
orden racionalista de las cosas. El concepto de orden subyacente
a las tres realidades es el mismo, orden en la comprensión
del funcionamiento interno de las reglas. Los tres son representantes
del nacionalismo industrial naciente. Son portadores los tres
de los símbolos de la modernidad, como la cientificidad,
la serialización y la exclusión ordenada (normal-
anormal, enfermo-sano, obra de arte-no arte), estructuras de
reproducción simbólica, representantes de un imaginario
naciente, regulado no más por la naturaleza y sus tiempos
ni tampoco por un orden lejano representado en un rey, sino más
bien representantes y medios de la abstracción de las
leyes "objetivas". El orden histórico del arte,
el orden jurídico y el orden médico.
Estas instituciones son representaciones típicas del enciclopedismo
y el iluminismo, así como de un racionalismo y cientificismo
naciente. Las funciones del museo, el manicomio y la cárcel
son intercambiables. Una cárcel es un museo antropológico
y en las buenas cárceles existen espacios terapéuticos,
talleres de arte; así mismo en los museos se dan talleres
didácticos de formación, y todos los cuadros viven
una situación de alienación, de ellos mismos, de
su contexto de creación, producción e interpretación.
Se podrá objetar que el museo no es un contenedor de exclusión
como una cárcel o un manicomio, pero desde una óptica
más amplia el museo genera exclusión, no sólo
a través de horarios de cierre, sino también a
través de mecanismos más sutiles como el orden
de una colección, los artistas considerados importantes
y representativos, el contenido interpretativo de las exposiciones
y salas permanentes, estructura interna del museo, temáticas
qué las juntas directivas consideran como "convenientes
o no convenientes". Todo
esto genera un discurso sutil de exclusión de ciertas
relaciones e interpretaciones, ciertas formas de ver, opiniones.
Por ejemplo, hasta ahora ningún respetado director de
museo se ha atrevido a colmar una sala como en las primeras colecciones
universales; eso está excluido totalmente, para ellos
existe un orden interpretativo, muchas veces pobre, mecánico
y reductivo, pero orden interpretativo al fin que se mueve como
mecanismo de exclusión.
No es admisible el "desorden" en ninguna de las tres
estructuras espaciales; se tiende a mantener en ellas visiones
sectorializadas de la realidad, tanto en el arte como en la criminalidad,
como en la "enfermedad mental".
Si todavía le resulta extraño este análisis,
pruebe a imaginarse un museo en donde las obras están
confinadas, secuestradas a la mirada pública, permitiéndoseles
la salida de vez en cuando, pero sólo para ser vistas
a través de una trama interpretativa (exposición
temática, recorrido histórico, etc.); y la exposición
siendo presentada bajo ciertos cánones de la representatividad
(orden interpretativo excluyente-integrante, más o menos
característico, etc.). Piense que existen cánones
rígidos de curaduría; por ejemplo, los cuadros
deben ser expuestos generalmente en espacios neutros, a una cierta
altura y respetando un cierto orden compositivo generalmente
muy simple, mecánico y agotado.
Imagínese al director de un museo y su consejo directivo,
como un gran jurado que decide a quién excluye de la historia
y a quién no, qué debe estar confinado en un museo
y qué no. Claro, los .tiempos cambian; hoy, tanto en los
museos, como en las cárceles y manicomios, se favorece
el contacto con el público. En las cárceles se
da un mayor acceso a los externos, más horas para las
parejas, se estructuran talleres didácticos. Tal vez esto
sea una muestra de un cierto cambio de perspectiva respecto del
carácter de la estructura de estas instituciones totales.
Claro, existen zonas limbo, espacios que aun denominándose
cárcel, museo u hospital, y debiéndose caracterizar
a través de ciertas funciones, no las cumplen por una
mala administración de perspectivas o por la carencia
de ellas. Tal es el caso del extinto Retén de Catia, que
no cumplía con la más mínima función
de una cárcel, salvo la de servir de contenedor de cuerpos
en colisión, continua entre sí; o del Museo de
Petare, que ya no cumple con las mínimas expectativas
y actividades de un museo, con una mínima función
de toda institución total: la de ser contenedor de cuerpos
(Foucault) , porque todos sus empleados renunciaron.
Asimismo, estas tres instituciones están dentro de una
"economía del poder" (Foucault) que se expresa
en grupos de control de exclusión, mafias en búsqueda
de posiciones, de apropiación del control de fondos; comercios,
interpretaciones, etc.
Tanto el museo como la cárcel y el manicomio, así
como todas las instituciones totales, pueden ser vistos como
máquinas reproductoras y contenedoras de interpretaciones
sectoriales; preso, enfermo, arte, ciencia, alumno, religión,
etc. Todas son aparatos disciplinarios que tienden a autoperpetuarse.
Miguel Posani. Psicólogo ambiental.
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