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¿Museos o mausoleos?
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Colocaremos el acento de nuestra reflexión en esa dimensión en la cual el museo deja de ser el frío espacio de clasificación necrológica de obras de arte o el centro masivo de espectáculos expositivos y se convierte en detonante de la creación artística. Pretendemos un manejo diferente en el origen de la definición y el papel de los museos en el mundo contemporáneo: éstos ya no pueden continuar siendo simples continentes o receptáculos de exhibición de la obra, ni siquiera recintos en los cuales el artista trabaja para sus instalaciones; nuestro planteamiento se orienta hacia el momento en que el discurso museológico conforma el núcleo de origen de la creación. Interesa, en última instancia, ubicar los planos de discusión sobre el museo como elemento activador de conocimiento (un cambio en la escala de percepción y realización de la obra), quebrar la relación hegemónica y unilateral con los artistas y abrir el compás de la administración y realización de exposiciones para hacer que ellas funcionen como elementos cuestionadores de la relación entre obra/espectador/museo.

Para ello, es preciso borrar las mortuorias fronteras disciplinares que por convención delimitan la producción artística entre géneros convencionales como pintura, escultura, dibujo, grabado o instalaciones y entender que ya no es posible obviar la disolución del hecho estético y la diseminación de sus contenidos sociales y culturales. Llevando a un punto extremo el concepto de construcción del objeto museal, podemos permitirnos abordar y desbordar el espacio del museo, transgredir sus escalas, recrearlas y habitarlas por nuevos códigos, de manera que ingrese en un espacio inédito de confrontación y potenciación. La información sobre el museo, los códigos conceptuales y visuales de su definición, reinan acá como ejes constructivos de una obra en cuya definición el propio espectador es participante activo, ya que ésta, al final, es el resultado de su interacción con los espacios de la institución.

DIVERTIR PARA COMPETIR
En un texto fundamental ("Para escapar de la amnesia: el museo como medio de masas", publicado por la revista El Paseante, N° 23/25, Madrid, 1995) Andreas Huyssen otorga las claves de comportamiento de los museos en la sociedad actual, cuando habla del desarrollo de la museización y se refiere a que... "una sensibilidad museística marcada por nuevas prácticas de exhibición que casi llegan a ser macro espectáculos, más que por una apropiación seria y meticulosa del saber cultural, parece estar ocupando posiciones cada vez mayores en la cultura y la experiencia cotidiana", Por una parte esta espectacularización de las funciones del museo es importante por su influencia sobre el público, ya que ofrece alternativas culturales mucho más provechosas que las que ofrecen los medios de comunicación de masas (básicamente la televisión y las redes virtuales de la informática) , pero, por otra parte, hacen del museo en un espacio "híbrido" mitad feria de atracciones / mitad sede para eventos sociales / mitad grandes almacenes, lo cual termina a la larga suspendiendo sus valores críticos y eliminando las posibilidades de transgredir la comprensión habitual de los objetos. Esta situación impone entonces el apremiante imperativo de recuperar el orden simbólico del museo como sede y campo de pruebas de la temporalidad y la subjetividad, de la identidad y la alteridad; de proponer al museo como un campo de acción hermenéutica, que garantice su condición de templo, espacio viviente, de manera que la museización no se convierta en sinónimo de matar, congelar, esterilizar, des/historizar o des/contextualizar la experiencia estética. Implica la necesidad de restituir al museo su poder revocador del desencanto del mundo moderno, refinar sus estrategias de representación y ofrecer sus espacios como lugares de contestación y negociación cultural, para que no termine siendo un mero simulacro, apoyado sobre la condición de pérdida de límites del espacio urbanístico y político contemporáneo.

Las referencias que nos aproximan a esta nueva experiencia creativa dentro del discurso museológico han sido en diversas ocasiones articuladas, tanto por curadores de exposiciones, como por artistas cuyas propuestas entretejen sus bordes con los del texto museal. En ambos casos, la noción de museo abarca una realidad mucho más amplia y compleja que la tradicional: es un juego libre de diferencias, un entramado de significaciones y desplazamientos que rompen el sometimiento a un orden lineal en la percepción de la obra de arte.

CUANDO SE ROMPE EL CÍRCULO
CCS 10 (Galería de Arte Nacional, 1993, curaduría de Alvaro Sotillo), El espacio, escenario de un museo, 1991/1992 e Intervenciones en el espacio del MBA, 1995/1996, ambas en el Museo de Bellas Artes con curaduría de María Elena Ramos, son un ejemplo de este tipo de experiencias expositivas en las cuales se rompe el círculo de relaciones entre la obra, el creador, el espectador, el museo y su historia. Proporcionan un punto de inflexión con respecto al papel de los museos y la función misma del espacio como un proceso o un sistema complejo de relaciones y acontecimientos determinado por las sucesivas capas de referencia que lo definen (físicas, biológicas, culturales, políticas, económicas...), del espacio como portador de valores extra/físico solamente geométricos, del espacio como escenario dinámico, múltiple, sujeto a colisiones, movedizo, impredecible, inestable...; en fin, del espacio del museo, no como lugar físico, ni como forma, ni siquiera como situación, sino como condición, o como texto.

El espacio, escenario de un museo fue concebida por su curadora como "una investigación sobre el espacio, sus limites y sus posibilidades. Una investigación, desde el museo, sobre el museo mismo, del espacio del museo como el lugar que se habita, que se enfrenta, que se va realizando en la misma medida en que se existe en él (por cada proyecto o exposición)": el Museo se mira en el espejo de su espacio y la imagen que devuelve es una imagen de identidad y doble alienación (espacio quebrado desde sus inicios por la, división GAN-MBA). La relación con el espacio fue modificada acá desde sus coordenadas más profundas, revelando nuevas formas de interacción con el museo y restituyendo la experiencia originaria de relaciones con la casa y el hogar. Las salas del museo se abrieron como presencia intensa y recompuesta en su doble identidad (la identidad del propio museo y la del espectador / visitante clásico, que abandona sus instancias pasivas.

CCS 10, más que una exposición, es el resultado de una relación interactiva entre el espacio arquitectónico de la Galería de Arte Nacional, los criterios del curador y las obras de los artistas. Se trabajó con el concepto de SITE/ESPECIFIC, espacios asignados a cada artista, sobre el cual trabajarían sus propuestas. Cada proposición debía adecuarse al espacio arquitectónico, el cual a su vez sería transgredido, recreado, habitado por los códigos particulares, para crear un espacio de confrontación y potenciación de cada propuesta particular. Rejilla dálmata y dieciséis bandejas, de Sigfredo Chacón, quiebra alli el discurso museológico, afirmando la posibilidad de integrar la pintura cruda, a secas, como parte de ese discurso: altera doblemente el espacio clásico de la Sala Uno de la Galería de a Arte Nacional, tanto por la desproporción en el manejo de su escala física como por la comprensión conceptual del acto de pintar en un recinto consagrado por tradición a la pintura / pintura. El resultado es una reflexión acerca del espacio y su relación con el hecho pictórico, es pintura sin trucos, cruda, sin adornos, en bandeja, despojada de sí misma. Con ello logra cercar al espectador, lo obliga a fijar una posición frente al texto pictórico y sus maneras de ser exhibido.

CUANDO EL MUSEO ES LA OBRA
Intervenciones en el espacio del MBA, 1.995/1996, es una de las más completas respuestas posibles a la misión del museo como espacio de restitución de relaciones simbólicas o como campo de acción hermenéutica. Acá, el espacio cambiante del museo, se desplaza entre las rendijas e su historia propia y la historia de los museos,. de sus cualidades contextuales, su entorno, su geografía, sus bordes, sus contradicciones. Los artistas manejaron la noción de espacio como texto permitiendo así que el espacio se hiciese legible como sistema de re/envíos, como espacio poético, es decir, creativo, más allá de la búsqueda de un sentido. Esta condición se expresa a plenitud en la intervención de Terry Smith en el pasillo de unión del Museo de Bellas Artes y la Galería de Arte Nacional: una obra que se desliza entre los bordes históricos y los bordes de la comprensión de la producción artística, una obra apenas escrita, trazada en huellas sobre el muro, deconstruyendo la pared para dar paso a las antiguas columnas. En ella el museo arma y re/arma al infinito sus propios principios de constitución de la realidad, siempre operando en oblicuo, irruptivamente, en los márgenes, asignando al espacio mismo un carácter ficcional, deslizando sus sentidos hacia permanentes "rebotes" de significación. El espacio del museo, se transforma de esta manera en cartografía poética y metáfora de un edificio que muestra su historia y sus complejidades.

En todas estas experiencias, retomando la palabra de Luis Pérez Oramas en su texto sobre la exposición de Max Pedemonte en la Galería de Arte Nacional (1994), "el museo se desliza felizmente entre lo público y lo privado, entre lo íntimo y lo colectivo, entre lo histórico y lo ritual, entre el mundo y la casa, entre la exterioridad y la interioridad de nuestro cuerpo social... Se trata, en suma, de restituir la conciencia del espacio (fenomenológico) a la experiencia de lo visual".

Elías Heim (Colombia, 1966) ha desarrollado un texto artístico interconectado con las situaciones museográficamente vividas entre la obra, el espectador y el espacio de los museos. Sus máquinas vivientes, orgánicas, respiran las atmósferas del museo y proponen una nueva relación, mucho más abierta, con la rigidez del discurso museológico. En su artículo sobre el artista ("Elías Heim", Art Nexus, N° 23, Enero/Marzo, 1977), Miguel González resalta su carácter antropomorfo, eróticamente imbricado con la energía de las obras de arte que anteriormente han habitado los espacios del museo. Su trabajo es una franca invitación a pensar el arte y su relación con el espacio del museo en términos ecológicos, tecnológicos y semánticos. Arrullador portátil para obras de arte, 1992, es "un objeto potente y minimalista que recogía formalmente el espíritu de un enfriador, con huevos en fibra de vidrio, referencia al mundo animal. Produce el sonido del aire acondicionado pero sin enfriar realmente.. El sonido como nostalgia del falso aparato climatizador. El arte para el arte". Híbrida flora intermuseal, 1993, es referenciada por González como "una obra clara y atenta que recoge con coherencia sus intereses en cuanto a intercambio, conservación, vida física y funcionamiento activo y mecánico. Percibida como una gran planta mecánica que reúne materiales de dos contextos para provocar su sustento. Es un trabajo que recrea lo botánico documental. Una planta a la ofensiva de lo inocente, barroca y lúdica. Los elementos mecánicos tienen que ver con tiempos de funcionamiento, ventilación, hinchazón de los fuelles / pétalos que motivan a estos procesos de impronta vegetal". Extractor de atmósferas acumuladas, 1995, es concebida como un organismo cuyo aliento alude a los recuerdos de obras de arte que han sido exhibidas en los recintos del museo, a las memorias que guardamos de ellas. Genera una nueva poética con respecto a la comprensión de las salas de los museos y los objetos que en ellas han habitado. Heim se inspira bajo la franca intención de problematizar la esencia de las funciones de los espacios expositivos como receptáculos e inscribe sobre ellos una acción transformadora.



J
avier Téllez
La extracción de la piedra de la locura (vista general), 1996 Museo de Bellas Artes, Caracas Foto: Carlos Germán Rojas


Javier Téllez (Venezuela, 1969) coloca el centro de su reflexión en un espacio profundamente revelador de los museos como instituciones de represión del concepto de obra de arte. Su interés en las formas paralelas del arte, las marginadas, escondidas, periféricas y diseminadas, lo lleva a cuestionar la museología tradicional y a instalar en su propio saber la locura, la enajenación. La extracción de la piedra de la Locura (Museo de Bellas Artes, 1996) podría ser vista como una aguda y tenaz insistencia por quebrar las bases del discurso legitimador de la obra de arte y "operar en las grietas de la diseminación". En esta instalación, reprodujo dentro del museo la sala del Hospital Psiquiátrico de Bárbula, considerada por él como la "imagen especular más adecuada del museo" debido a la similitud no sólo física (salas blancas e impecables, luces neutras, proliferación de archivos y pasillos silenciosos), sino política (representación simbólica de autoridad, orden y disciplina): "tanto la museología como la clínica psiquiátrica se basan en taxonomías que establecen una dicotomía de lo normal y lo patológico. Al trasladar el espacio marginal por excelencia de la casa de locos al templo de la razón que es el museo., usó irónicamente estrategias de contextualización propias de este último: selección, mirada arqueológica, coleccionismo y simulación. El propósito de esta apropiación es el de la consumación de las relaciones entre el objeto y su presentación. Se trata de crear una arquitectura flexible que propicie las relaciones humanas y la participación activa del espectador dentro del espacio concreto del arte".

Luis Lartitegui (Venezuela, 1962) aloja sus reflexiones en la posibilidad de modificar las lecturas del espacio de circulación de la obra de arte, generando procesos disruptivos y paradójicos. Los mismos títulos (por ejemplo,

T/S: Título Sin, Salón Nacional de Arte Aragua, Museo de Arte de Maracay, 1996) juegan con los contenidos y asociaciones que se asignan al objeto artístico por convención o prejuicio: Su investigación se centra en señalar lo manipulable que puede ser la lectura de la obra de arte y, por consiguiente, el lector. La utilización de los recursos tiende a producir ambigüedad, pues a medida que el espectador desea acercarse más a la obra o al objeto de hallazgo exhibido en la caja de hierro y vidrio, la situación museográfica de la baranda lo aleja de su propósito.

Cuando estos artistas abren el espectro y otorgan a los museos su fuerza activadora de creación, se modifica sustancialmente nuestra experiencia de lectura y comprensión de la obra de arte. El espectador se convierte en explorador de espacios oblicuos, mutantes, deslizados. El museo, al final, deja de ser el mismo espacio y queda perturbado desde sus bases más estables, pero, sobre todo, comienza a existir como nuevo territorio: un territorio flexible y detonante de futuras creaciones. "
.María Luz Cárdenas.
Investigadora, curadora de arte.

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