I
El consumo cultural
PARA PENSAR LO MAS MEDIÁTICO
O LA FASCINACIÓN DE LA COMUNICACIÓN MASIVA
"Hay un estudio
espléndido de un gran cabaret de Río, en el que
durante muchos años convivieron las tres culturas, En
el patio de atrás, donde estaban los esclavos, se bailaba
la música negra; en las salas de entrada se bailaba música
brasileña ligada a las transformaciones de los ritmos
coloniales y en el salón se bailaba vals. En algún
momento las paredes y los biombos se resquebrajaron, la samba
invadió el espacio colonial, el espacio de la aristocracia
de Río y fecundó todas esas músicas del
norte. No se quedaron solamente en la fecundación de las
músicas coloniales, fueron capaces de partir el bossanova:
un hijo que le hicieron al jazz norteamericanos.
Jesús Martín Barbero, 1994
"En lo efímero
y cotidiano que registra un periodista cabe lo perdurable, como
una parte del todo contiene a veces el todo, si se encuentra
ese punto de tensión y de emoción que por encima
del suceso alude a la vida misma y a la condición humana.
No necesariamente el arte exige recintos sagrados. Puede también
alojarse de pronto en lugares modestos: por ejemplo en un género
periodístico, aún el más banal -nota, crónica
o reportaje- del mismo modo que una perla en una ostra".
Plinio Apuleyo Mendoza, 1994
Marcelino Bisbal
Periodista y Profesor
Asociado de la Universidad Central de Venezuela. Fue Director
de la Escuela de Comunicación Social de esta casa de estudios.
Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por la U. C. V. Ha sido
invitado como profesor a dictar seminarios y conferencias en
la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas
y en la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad
de Sao Paulo en Brasil.
I- PENSAR LO MASSMEDIÁTICO COMO
AGREGADO CULTURAL
El
título de nuestra conversación, o pensamiento en
voz alta, es Comunicación y Cultura: o para pensar
lo Massmediático. Se trata de pensar esa relación,
cada día más conjugada al punto de confundirse
y no saber en ciertos momentos (por no decir siempre), quién
es quién, de manera diferente. Pensarla de una "nueva
manera", porque en estos días que corren son de tal
magnitud los cambios culturales que se han producido, y que se
están dando, que ya no podemos seguir con la nostalgia
de cuando lo real, como dice Baudrillard, ya no es lo que era.
Nuestra hipótesis, por demás obvia dentro de la
mirada más próxima y alejada de todo resquicio
perjudicial, es que la configuración actual de los imaginarios
de vida pasa necesariamente por la llamada cultura de masas.
Entonces, si queremos entender cómo se construyen / reconstruyen
los modos de vivir, de percibir y de reconocerse en estos tiempos,
hay que empezar por clarificar la presencia de una sociedad de
masas que se hace dominante en todos los signos que ella ofrece
como referentes. Al punto que la gente, como sujetos sociales,
está cada vez más determinada por la cultura que
desde allí se desprende y constituye, por lo tanto, una
manera distinta de vivir la existencia.
Así, vemos cómo. los jóvenes de hoy día
se mueven bajo ciertos parámetros que son necesarios identificar,
aunque sea en este instante de forma poco sistemática
y quizás demasiado esquemática.
Sentimos entonces que:
- Hay una metamorfosis de la cultura -en
palabras de E. Subirats- que está atravesada por la mediación
massmediática.
- Las generaciones de jóvenes se
encuentran más identificadas por las imágenes de
esa cultura massmediática que por la "cultura de
la ilustración.
- Los nuevos sujetos, la gente actual, está
adquiriendo cada día más con- ciencia del hecho
de consumir, del consumo. En ese sentido ya no sólo se
compra por el hecho de apropiarse del objeto / mercancía
(valor de utilidad), sino también por el bien simbólico
que se pueda obtener en el acto de la compra. Se establece una
interrelación entre el llamado "bien práctico"
y el "bien simbólico" en el acto del consumo
moderno.
- Los jóvenes se mueven entre los
parámetros de la identificación-apropiación
de la marca del producto / objeto como elemento cultural. incluso
del mensaje mismo.
- Lo que transita por los medios sirve de
punto de referencia para lo cotidiano, para eso que llaman "la
sociología de lo vivido".
- Hay dominancia de la televisión,
de lo publicitario, de la música juvenil, de las concentraciones
juveniles masivas para escuchar conciertos musicales,... como
"cimiento agregativo" -según expresión
de M. Maffesoli- a las formas culturales propias que tratan de
identificarnos como "identidad nacional". Al punto,
que esa dominancia hace lo cotidiano de cada grupo.
- Estamos en presencia de un "paradigma
estético" diferente, especialmente cuando se intenta
reflexionar y de "gustar" lo cultural masivo de los
grandes medios.
- La escuela, como aparato educativo, sucumbe
ante la dominancia de los medios. Los medios se convierten en
el escenario que copa la atención de la gente.
- Incluso la política y la acción
política sufren transformaciones por la presencia de esta
forma dominante de cultura masiva.
- Cada vez más, los medios convierten
a la "realidad" construida en "lo real".
No hay diferenciación.
- La comunicación masiva de los grandes
medios se dice que transforma el tejido colectivo de la experiencia
humana. Es decir, tiende a reducir los espacios de participación
pública en espacios de experimentación privada.
Todo ello tiene que ver con el reemplazo de la cultura elitista
en manos de un sector de la sociedad por la cultura que se ha
dado en llamar a sí misma: cultura moderna. Pero esta
producción cultural no es más, en términos
de Joaquín Brunner, que "una formación social
de masas", todo lo contrario de una cultural creación
para minorías "letradas". El primer espacio
cultural moderno está asentado en la ciudad urbana, porque
la ciudad moderna es el espacio ideal, como referente simbólico,
en donde los elementos / piezas urbanas representan el primer
signo masivo de intercambio e identificación cultural;
la otra configuración cultural está identificada
a partir de lo que Angel Rama nombra como la ciudad escrituraria
y su elaboración en la cultura escrituraria y refiere
que "a través del orden de los signos, cuya propiedad
es organizarse estableciendo leyes, clasificaciones distribuciones
jerárquicas, la ciudad letrada articuló su relación
con el Poder, al que sirvió mediante leyes, reglamentos,
proclamas, células, propaganda y mediante la ideologización
destinada a sustentarlo y justificarlo. Fue evidente que la ciudad
letrada remedó la majestad del Poder, aunque también
puede decirse que éste rigió las operaciones letradas,
inspirando sus principios de concentración, elitismo,
jerarquización. Por encima de todo, inspiró
la distancia respecto al común de la sociedad. Fue la
distancia entre la letra rígida y la fluida palabra hablada,
que hizo de la ciudad letrada una ciudad escrituraria, reservada
a una estricta minoría" (Sub. nuestro) (1).
Será en la ciudad de masas en donde irrumpan los modernos
medios de comunicación masiva industrial y a ellos les
corresponderá hegemonizar y homogeneizar las representaciones
culturales provenientes tanto de la "ciudad escrituraria"
(espacio para los letrados), como de la ciudad y de los espacios
populares (léase la "cultura popular"). Y también,
como apuntara Barbero, a esa cultura de masas le corresponderá
la "creación" de nuevas experiencias, de nuevos
modos de percibir y de reconocerse aún dentro de la destrucción,
y la homogenización de nuestras culturas e identidades
locales y regionales(2). Ya no serán más la "tradición-rito
familiar", o la Iglesia como "aparato religioso",
o la presencia del ejército imperial, y tampoco el aparato
escolar los que determinen la hegemonía en la sociedad,
sino que ahora es la cultura de masas la que copa el espacio
de la gente y sus vidas se transfiguran desde allí en
múltiples expresiones de cotidianidad. Porque esta cultura
está llena de elementos que representan una "heterogeneidad
de referentes simbólicos" haciendo estallar hoy día
la diferenciación artificial y académica entre
la cultura de los letrados y la de lo popular-masivo. ¿Dónde
empieza una y termina la otra? En definitiva, siguiendo a Brunner,
se trata de una cultura descentrada y desterritorializada "que
no refleja ya el alma de un pueblo sino los deseos y anhelos
y la sensibilidad y el trabajo de una 'nueva clase'-los productores
y mediadores simbólicos- y, a la vez, el 'trabajo' generativo
de millones de receptores-consumidores que procesan, interpretan,
se apropian y viven a su manera, individual y a veces colectiva-
mente, esa masa de signos producidos y transmitidos" (3).
En la comprensión a través del conocimiento
(¿hay otra forma de conocer?) de esta formación
cultural se dieron dos corrientes bien contrapuestas, por lo
tanto, de líneas reflexivas independientes. Ambas hicieron
mucho daño al no entender la trama cultural de riqueza
y variedad que estaba y está presente en la llamada "sociología
de lo vivido", es decir en la vida cotidiana. Y no lo pudieron
entender, porque unos estaban anclados en una idea de
profundo "pesimismo cultural" al decir que la verdadera
cultura y su estética está presente, solamente,
en unos productos artísticos que responden a una cosmología
racional en donde sólo está concurriendo la "razón
cultural" y ella de ninguna manera puede rozarse con la
denominada "razón mercantil".
En palabras de representantes de esta postura: "el arte,
cuando es fusionado con el entretenimiento, es desvinculado de
su poder innovativo y vaciado de todo su contenido crítico-utópico
(4). Y el propio Horkheimer al analizar la disociación,
que él pensaba se daba, en los procesos de producción
de los bienes simbólicos para la "cultura de masas"
(este autor como representante de la "filosofía frankfurtiana",
la designará como "industria cultural") llegará
a decir: "transforma (en la disociación de arte y
razón. Nota de la redacción) las obras de arte
en mercancías culturales y su consumo en series de emociones
casuales, divorciadas de sus intenciones y aspiraciones reales"
(5).
Del otro lado y representando una postura distinta (los otros),
vieron en la naciente estructura cultural un "optimismo
cultural" de tal magnitud que allí residía
y se instalaba la "democracia" en términos culturales.
Era la perspectiva del estructural-funcionalismo que, desde el
"modelo informacional", estudiaba al fenómeno
de la comunicación y trasladaba las pequeñas estructuras
del modelo a las variadas e insospechadas formas de expresión
de la sociedad y a cada una de ellas le asignaba una clara y
determinada función. Al romperse esa función surgía
la disfunción respectiva, por ello Daniel Bell (uno de
los primeros defensores de esta cultura / comunicación)
dirá que la cultura de masas transforma al individuo en
un "peregrino cultural", sin hogar al que volver".
Y será tajante al expresar que esta cultura "supone
la ruptura de la cosmología racional".
En síntesis, se intenta reflexionar la relación
comunicación y cultura dentro de un paisaje
cultural distinto, de establecer teóricamente y en el
campo de la interpretación-percepción (que nos
convoca a la observación) "una nueva consideración
de la cultura de masas o, más concretamente, del universo
ofrecido por los mass-media: ya no como universo caótico
o amalgama de los más variados estímulos culturales,
ya no como simple negación de la organización intelectual
y como 'debilitamiento del racioncinio', sino como un universo
estructurado, dotado de sus propias frecuencias y regularidades"
(6).
II- LEJOS DE LOS PREJUICIOS ILUSTRADOS.
Pero
la pregunta sigue en pie: ¿cuál es la otra manera
de entender lo Massmediático? Esa otra manera debe
consistir en intentar "leer" los signos que están
atravesando esta época de "fin de modernidad"
para darle sentido en términos culturales y estéticos,
en claves de vida cotidiana de eso que han llamado la "sociología
de lo vivido". Esto significa que debemos hacer un doble
esfuerzo intelectual, por lo tanto de pensamiento y conocimiento,
para lograr captar y reflexionar por un lado qué tipo
de cultura está siendo asumida-producida-transmitida por
los 'mass media" de la modernidad y lograr comprender, sin
juicios de valor tan próximos a veces al entendimiento
del "que se sabe con la verdad", el por qué
a la gente le gusta con tanto sentimiento y placer las "fantasías"
construidas a través de los televisores, de las pantallas
de cine, de los receptores de radio, o de las cintas de video,
o quizás de las páginas de los suplementos o de
los espacios masivos de consumo cultural.
Para ello recorreremos el camino iniciado por las reflexiones
de los integrantes de la Escuela de Frankfurt, las cuales creemos
nosotros ocultaron más de la realidad cultural que se
había iniciado y nos dejaron, en términos de "dialéctica
de la ilustración", todo un componente de "pesimismo
cultural" frente a la nueva forma de producir la cultura
que "optimismo" ante las posibilidades de producción
/ reproducción que nos ofrecían y nos ofrecen los
nuevos dispositivos tecnológicos de transformación
cultural. Y nos iniciaremos por aquí, porque fueron los
"frankfurtianos" los primeros que comenzaron a centrar
la crítica cultural en términos filosóficos.
Ellos apuntan, especialmente T. W. Adorno y M. Horkheimer, sus
ideas hacia el fenómeno de la industria cultural y a la
"degradación" por parte de ésta de la
estética ilustrada de la obra de arte.
La industria cultural, en palabras de Adorno constituyó,
y si estuviera presente lo seguiría afirmando con más
fuerza que antes, una ambigüedad cultural de la ilustración,
una de tantas, pero la fundamental para poner en grave peligro
el "proceso de la civilización" que es al mismo
tiempo "un proceso de ilustración". Para estos
pensadores, que tanta determinación analítica tuvieron
en América Latina y especialmente en Venezuela en lo que
respecta al análisis cultural de eso que hemos llamado
comunicación-cultura masiva, el juicio acerca de ella
es devastador por la incapacidad de interrelacionar bajo ciertos
parámetros los cánones de la estética ilustrada
a las formas de producción de la industria cultural e
inclusive del llamado hoy día arte popular. Es tan arraigado
todavía este "pensamiento negativo" que autores
contemporáneos en nuestro contexto llegan a afirmar, como
para deslindar los límites entre arte y algo que no atinan
a designar, las palabras del músico Arnold Schoenberg
(1897) quién llegó a expresar: "Si es arte,
no es para las masas y si es para las masas no es arte"
(7).
De Adorno se ha llegado a decir, sin desconocer los aportes de
su "Dialéctica de la Ilustración" (Dialektik
der Aufkclarung"), que 'mide los productos del nuevo arte
de masas con un rasero frente al cual no pueden aparecer sino
primitivos, cínicos o majaderos" (8).
Partiendo de la idea de un "caos cultural" -la pérdida
del centro, la dispersión y diversificación de
los niveles culturales- los fundadores de la Escuela de Frankfurt
afirmaron la existencia de un sistema que regula y produce esa
dispersión. Allí aparece el término industria
cultural, término de uso común hoy día,
que sirve de sustento al complejo sistema comunicacional masivo
en su totalidad para lograr la adhesión e integración
necesaria según formulaciones de Adorno y Horkheimer.
Porque no fue casual que los de Frankfurt convirtieran en axioma
de la Escuela el pensamiento o la constatación kantiana
de que "un solo camino queda abierto a las filosofías
el de la crítica". Por eso sus formulaciones no fueron
más que una "teoría crítica de la modernidad".
Y uno de los signos más significativos y repleto de referentes
"culturales", y para algunos "subculturales",
es el tema de la industria cultural.
Las lecciones de un T. W. Adorno y Max Horkheimer y sus juicios
a la industria cultural fueron determinantes en nuestras enseñanzas
del pensar e investigar comunicacional en y de la región,
especialmente a partir de 1963 cuando en nuestro país
se publica el libro del profesor Antonio Pasquali "Comunicación
y Cultura de Masas" y sus planteamientos, que orientaron
un cambio del análisis comunicacional de lo pragmático
a lo estructural, llegaban en un momento en que los moldes estadounidenses
(valga decir el funcionalismo) eran dominantes y "acríticos"
en sus reflexiones y resultados. Porque para los teóricos
norteamericanos de los '40 y '50 la cultura de masas representa
la afirmación y la apuesta por la sociedad de la plena
democracia. Así, Martín Barbero lo expondrá
claramente al decir que "fue necesaria toda la fuerza económica
del nuevo imperio y todo el optimismo del país que había
derrotado al fascismo y toda la fe en la democracia de ese pueblo,
para que fuera posible la inversión -de capital y de sentido-
que permitió a los teóricos norteamericanos asumir
como la cultura de ese pueblo la producida en los medios masivos:
la cultural de masas" (9). Uno de esos teóricos norteamericanos,
Daniel Bell, lo dirá tajantemente al indicar que lo que
empezaba a cambiar no se situaba en el ámbito de la política,
sino de la cultura, y no entendida en forma elitista y aristocráticamente
sino como "los códigos de conducta de un grupo o
de un pueblo". Aunque después este mismo autor, bastante
más recientemente, llegará a afirmar que esta cultura
de masas transforma al individuo moderno en un "peregrino
cultural, sin hogar al que volver" y será más
extremo al considerar una "pérdida de coherencia
en la cultura y la expansión, en particular, de una actitud
antinómica frente a las normas morales e incluso la idea
del juicio cultural en sí mismo". Según Bell,
esta cultura difundida y expandida globalmente "supone la
ruptura de la cosmología racional"(10).
El profesor Pasquali nos introducía, de segunda mano,
en el pensamiento frankfurtiano para entender lo cultural en
lo mass-mediático, para intentar comprender "la cultura
como manipulación", porque la obra de un T. W. Adorno
especialmente fue rica en la atención que el autor le
brindó al tema. Y el mismo Antonio Pasquali afirma en
su libro que "un reacondicionamiento audaz en el uso de
los grandes canales de información, aunque resulte de
escasa eficacia para elevar el bajo coeficiente de comunicabilidad
por ellos espontáneamente engendrado, constituiría
para colectividades tan masificadas como la venezolana un factor
de progreso social y cultural más poderoso que muchas
poses revolucionarias, que el exceso de formalismo democrático,
que el desplante objetivo y el inoperante sermonear de tantos
inútiles patriarcas de la cultura" (11).
El propio Pasquali, a principios de la década de los setenta,
en otro texto -"Comprender la Comunicación"-,
señalará que pocas escuelas de pensamiento, han
sido tan apresuradamente redescubiertas, editadas, criticadas
y tiradas al cesto de lo obsoleto como la de Frankfurt. Y hoy
en los noventa se vuelve a preguntar: "¿De la Escuela
de Frankfurt? Creo que hay que volver a ella. El hecho de que
una escuela filosófica pareciera que ha pasado de moda
hace quince años no indica, en absoluto, que ha pasado
de moda. Eso es lo que nos están haciendo creer, pero
a lo mejor hay que volver a ella porque sigue llena de enseñanza"
(12).
Otros autores venezolanos, en el ámbito del tema comunicacional,
seguirán las marcas de Frankfurt, especialmente el filósofo
Ludovico Silva con su "Plusvalía Ideológica"
(1970) y "Teoría y Práctica de la ideología"
(1974). No se trató de un analista dedicado específicamente
al estudio de los medios masivos, pero replanteo todo un marco
teórico en donde introduce los planteamientos adornianos
para insertar el análisis de los medios dentro del fenómeno
de la dominación y dependencia cultural. En uno de esos
libros el autor llega a afirmar que "Adorno habló
de la televisión norteamericana y fijó una serie
categorías analíticas de gran utilidad para cualquier
estudio sobre la televisión. ¿No es el mejor homenaje
que podemos rendirle, a un año de su muerte, aplicar sus
categorías inventar otras ad hoc, para el estudio de nuestra
propia realidad y la incidencia de la televisión y la
industria cultural en general sobre esta peculiar formación
capitalista dependiente que es el subdesarrollo?" (13).
Hasta tal punto el pensamiento frankfurtiano, nos referimos particularmente
al de Adorno y Horkheimer, fue parada obligatoria de reflexión
para los interesados en el estudio del fenómeno comunicacional
masivo industrial, que una revisión rápida sobre
el tipo de investigación que se hizo en la región
durante las décadas del sesenta, setenta y parte de los
ochenta nos dirá que la misma estuvo referida en su mayoría
al tema de las industrias culturales y la determinación
de ellas sobre el contenido medial, Se trataba de una investigación
más centrada en la inserción de los medios como
elementos o piezas supraestructurales, que desde otro punto de
vista. Este hecho hizo que su particular visión sobre
la cultura, que era la visión de Adorno, les ocultara
otros aspectos que hoy día tienen que ver más con
el ámbito de la crítica cultural que con el de
la crítica política. Y simplemente porque estamos
en presencia de lo que hemos denominado en otros textos nuestros
"un paisaje cultural distinto".
Pero los planteamientos de Adorno y su inseparable amigo de vicisitudes
académicas y de existencia, Max Hokheimer, fueron durante
mucho tiempo "el mensaje en la botella" como el propio
Theodor Adorno gustaba de decir, o por lo menos así lo
creíamos nosotros. Ante una prédica de excesivo
optimismo frente a la naciente cultura, o pseudo cultura como
Adorno bautizara a esa "cultura de masas", ellos representaron
una piedra en el zapato ante esa posición. Un par de citas
de Adorno nos recordarán muy rápidamente esa posición:
- "En nuestros borradores hablábamos
de 'cultura de masas'. Reemplazamos tal expresión por
la de 'industria de la cultura' con el fin de excluir desde el
principio la interpretación aceptable para sus defensores:
que se trata de algo parecido a una cultura que surge espontáneamente
de las propias masas, la forma contemporánea del arte
popular. La industria de la cultura deber ser totalmente distinguida
de este último" (14).
- "Bajo los monopolios, toda cultura
de masas es idéntica, y las líneas de su entramado
artificial comienzan a traslucirse. Las personas situadas en
la cúspide no están ya tan interesadas en disimular
el monopolio: cuanto más ostensible se hace su violencia,
más crece su poder. Ya no es necesario que el cine y la
radio tengan pretensiones artísticas. El postulado de
que no son sino negocios se convierte en ideología con
el fin de justificar la muralla que deliberadamente producen,
Ambos se titulan industrias; y cuando se publican los ingresos
de sus directores, se disipa cualquier duda sobre la utilidad
social de los productos terminados" (15).
Sin caer en las posiciones apocalípticas e integradas,
resueltas por Umberto Eco en su momento, hay que reconocer los
aportes teóricos que nos brindaron los de Frankfurt, y
particularmente Adorno con su "crítica cultural"
enfilada hacía la cultura dominante elaborada industrialmente
y en donde la pantalla televisiva se convertía en el principal
canal propagador. Por eso es que Adorno al referirse a la televisión
lo hará duramente al expresar que "la meta, la de
poder repetir en una imagen suficiente, captable por todos los
órganos, la totalidad del mundo sensible, este sueño
insomne, se ha aproximado mediante la televisión y permite,
de consumo, introducir en este duplicado del mundo, y sin que
lo advierta, lo que considere adecuado para reemplazar al real"
(16).
Con T. W. Adorno y M. Horkheimer llegamos a comprender, desde
su punto de vista por supuesto, bajo la marca de sus análisis
centrados en la industria cultural, aspectos característicos
de ese "producto cultural" que es lo masivo-industrial:
- Cómo actúan los monopolios
culturales -pseudo culturales o "cultura de la manipulación"~
a partir del sistema de las leyes del mercado o "sistema
de los beneficios".
- Cómo es la fragmentación
cultural o pseudo cultural de los contenidos. Es la presentación-representación
de "lo real" como ideología fragmentada.
- La uniformidad de los mensajes. A pesar
de la multiplicidad de contenidos, siempre volvemos al esquema
de lo "idéntico".
- Y entender la homogeneización de
los perceptores, como consumidores pasivos. Lograrla a partir
de la identificación colectiva con los contenidos, con
sus valores transmitidos, con su "ética", en
fin con la "ideología" allí presentada
/representada.
Todos esos aspectos, compartidos unos y otros, no sirvieron para
adentramos en una crítica cultura de la realidad obviamente
fragmentada que nos ofrecía y nos ofrece lo masivo industrial
de lo mass-mediático. Pero no nos sirvió para entender,
nos lo ocultó más bien, en el terreno de la teoría
de la modernidad-posmodernidad lo que está pasando con
la producción cultural actual atravesada estéticamente,
productivamente y sígnicamente por la cultura técnico-industrial
de los medios, y especialmente de los radioeléctricos.
Mucho menos vamos a entender como la "sociología
de lo vivido" en la cotidianidad se encuentra atravesada
por esa misma cotidianidad construida y reconstruida a partir
y desde el escenario de esa cultura profundamente mass-mediática.
El análisis "dialéctico-crítico"
que llevó especialmente Theodor Adorno hacia la cultura
masiva lo condujo a un Callejón sin salida" por no
entender lo que estaba pasando a su alrededor, en la vida, en
la calle y quizás por estar demasiado encerrado en una
"vanguardia intelectual" o en un apartheid culturalmente
distinto.
Quizás alguno de ustedes estarán pensando que nos
hemos desviado del tema propuesto para esta conferencia. Todo
lo contrario. Se trataba de perfilar cómo la "filosofía
radical" interpuesta por la mayoría de los representantes
de la Escuela de Frankfurt, tan implicada en la reflexión
latinoamericana sobre lo comunicacional masivo, nos impidió
pensar a nosotros a partir de nuestras propias realidades no
pensadas desde aquí. Por ello el juicio de un Jesús
Martín Barbero será el intento de llegar a fondo
en el debate sobre la relación comunicación-cultura
en América Latina. Nos dirá: "( ... ) paradójicamente
fuimos descubriendo todo lo que el pensamiento de Frankfurt nos
impedía pensar a nosotros, todo lo que de nuestra realidad
social y cultural no cabía ni en su sistematización
ni en su dialéctica". (17)
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