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POLÍTICAS CULTURALES Y PÚBLICOS
Carlos Guzmán
Cárdenas
Sociólogo
(Universidad Central de Venezuela). Cursante del Postgrado en
Ciencias Administrativas de la U.C.V, Especialidad en Gerencia
de Proyectos de Investigación y Desarrollo. Analista Cultural
de la Comisión Permanente de Cultura de la Cámara
de Diputados. Asesor de la Fundación Cultural "José
Ángel Lamas", Docente de la Universidad "José
María Vargas", Facultad de Arquitectura y Artes Plásticas.
Asesor del Centro de Historia Regional de Petare (1995).
HACIA UNA MIRADA PROSPECTIVA Y DE INNOVACIÓN
CULTURAL
En
Venezuela, en los últimos veinte años, el desarrollo
de la urdimbre cultural ha experimentado cambios, innovaciones,
reformulaciones y retrocesos conformando una nueva situación
de la institucionalidad cultural, en donde los escenarios predominantes
confluyen en una articulación informal de intereses y
espacios de convergencia, muy distintos a la rearticulación
orgánica que se requiere para avanzar hacia una auténtica
Democracia Cultural Participativa" (1) ; debido entre otros
aspectos, al agotamiento del modelo socioeconómico de
acumulación y dominación política, iniciado
y realizado a partir de 1958. Con el paso del tiempo, hemos ido
convirtiendo nuestras conversaciones sobre la dimensión
cultural venezolana en algo que se asemeja cada día más
a un intercambio entre funcionarios sin una visión de
transformación a largo plazo de la vida pública
cultural. (GUZMÁN CÁRDENAS, Carlos, 1995). El debate
necesario, posible y deseable, pero no probable, sobre la trama
cultural se nos ha ido de las manos y a ratos, se torna "municipal
y muy, pero muy espeso". Y en ese sentido, mientras el eje
actual de las discusiones sobre las características y
tendencias de la cultura venezolana permanezca girando en torno
a tópicos tales como el de las políticas culturales,
el papel del Estado y el mercado, el financiamiento de los agentes
regionales y municipales, la institucionalidad cultural, las
regulaciones para las industrias de la comunicación y
otros similares, pero sin tomar en consideración el desarrollo
de una mirada prospectiva cultural, la verdad es que seguiremos
con "más de lo mismo". El desgaste de las formas
tradicionales de hegemonía y los procesos de descentralización
del poder; la reorganización del aparato económico
y las tendencias acentuadas hacia la privatización
(2); los avances en las tecnologías comunicacionales e informáticas
(NTI-NTC); la superación de las barreras entre los campos
culturales académico-culto, masivo-industrial y popular
(3),
etc., son procesos socio-políticos y culturales que están
incidiendo en nuestras representaciones del futuro conduciéndonos
hacia el fin del milenio.
En consecuencia, apreciamos mejor ahora la presencia de las cuestiones
culturales en los espacios político y económico.
El volvernos más sensibles a la necesidad de una democracia
integral de la sociedad venezolana que permita suprimir las relaciones
de apropiación diferencial, hace pensar que en los próximos
años, la realización de investigaciones prospectivas
y el diseño de políticas culturales armonizadas
con las necesidades de la población serán tareas
primordiales para la puesta de un futuro más humano. Desde
este plano de reflexión, en donde acentuamos las interacciones
entre cultura-desarrollo humano sobre la idea de construir nuestros
propios estilos de modernización -superando las visiones
metafísicas del progreso- la problemática del hacer
teórico-cultural exige mejorar las investigaciones culturales
de corte tradicional(4), para avizorar diferentes tipos de direccionalidades
que rebasen los límites del escenario probable: la democratización
cultural hacia la construcción de una imagen objetivo:
la democracia cultural participativa.
Tales referentes señalados determinan acometer las investigaciones
culturales en Venezuela desde otra óptica. Sin embargo,
son muy pocas las investigaciones culturales que sirven como
soporte o de apoyo para el perfeccionamiento del sistema institucional
responsable de la gestión del Desarrollo Cultural Venezolano(5).

Esto significa, que es imprescindible reconsiderar
en sus propósitos y ampliar en sus contenidos el vínculo
entre políticas e investigación para contribuir
a la determinación de objetivos precisos y, determinar
la actualidad y/o eficiencia de las políticas públicas
culturales existentes. Las perspectivas políticas, económicas
y sociales de hoy día, exigen discutir las bases culturales
de la sociedad venezolana hacia el inicio del tercer milenio
y su posible renovación corno instrumento de gestión
para alcanzar otro estilo, otro modelo de desarrollo, enmarcado
en el paradigma de una Democracia Cultural Plural, Sustantiva,
Integral y Participativa. Nuevos enfoques analíticos han
de facilitarse para explicar la confluencia convergente y divergente
de variados proyectos en los campos culturales del país,
con la finalidad de mejorar la capacidad comprensiva de los procesos,
prácticas y sistemas vinculados a la cultura en cualquiera
de sus dimensiones o aspectos.
Se trata de buscar nuevos significados sociales para dar cuenta
de nuestra heterogeneidad cultural y multitemporal en un contexto
de reformulaciones y de un alto grado de incertidumbre. De manera
que, la construcción de un futuro deseable está
muy relacionado a los problemas conceptuales y de tipo metodológicos
de encontrar nuestro propio camino hacia un desarrollo que conlleve
al fortalecimiento de nuestras identidades culturales regionales
y locales, lo cual requiere, de innovaciones -ya sean de ruptura
o de adaptación- (ver figura Nº 1), en la concepción
que hasta ahora ha prevalecido sobre la planificación
del desarrollo con el objeto de propiciar una armonía
con los aspectos culturales y así avanzar en una mejor
precisión respecto de un proyecto modernizador endógeno.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA INSTITUCIONALIDAD
CULTURAL
Desde
1936 cuando se crea la Dirección de Cultura y Bellas Artes
del Ministerio de Educación pasando por la Dirección
de Cultura y Bienestar Social del Ministerio del Trabajo en 1940
y el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) concebido
el 12 de abril de 1960 (Gaceta Oficial Nº 26.231), cuyo
primer presidente fue Don Mariano Picón Salas, hasta el
actual Consejo Nacional de la Cultura creado el 29 de agosto
de 1975 (Gaceta Oficial Nº 1768 extraordinaria) como órgano
rector de la política cultural del Estado Venezolano,
estos intentos de renovación a nivel organizacional, cultural
y sociopolítico se han materializado a medias en los últimos
cinco años, como resultado de un conjunto de circunstancias
que han redimensionado la Acción Cultural Pública
Venezolana hasta llegar a lo que podríamos denominar la
construcción de la institucionalidad cultural.
No obstante, aún no se ha modificado el escenario cultural
dominante: una concepción del desarrollo cultural sustancialista,
tradicional y patrimonialista: una democratización difusiortista-extensionista
con un fuerte desequilibrio asimétrico funcional de la
urdimbre cultural. Esto implica a mediano plazo, la modificación
de las prioridades culturales -enmarcadas en una agenda de políticas
públicas- en las relaciones Estado-Sociedad Civil, Estado-Sector
Privado Empresarial y por supuesto, la dinamización de
las prácticas culturales asociadas a un mayor aprecio
por la participación, la valoración de la creatividad
y la creación corno imperativo. De igual modo, se hace
categórico revisar las capacidades institucionales acumuladas
de los agentes del desarrollo vinculados a la cultura y su promoción,
De ahí partimos, la atención y el esfuerzo deben
estar dirigidos a proyectar una mirada prospectiva cultural (GUZMÁN
CÁRDENAS, Carlos. 1993). Se trata de plantear los prolegómenos
de la política cultural futura en el país, lanzando
hipótesis nuevas, permitiendo cuestionamientos totales,
compensando lagunas. Por supuesto, también debemos encontrar
puntos de anclaje, de articulación, sobre los que se puedan
construir políticas de las que esta predefinición
estada destinada a la vez a la opinión pública
y a los responsables de la gestión.
Sobre este particular, no basta entonces, contar con mecanismos
político-administrativos para garantizar una gestión
eficaz-eficiente en términos del Desarrollo Cultural Venezolano.
Es imperativo tener una percepción del presente: ¿en
dónde estamos? y al igual que una percepción del
futuro probable: ¿para dónde vamos? y así
de esta forma poder enfrentar el diseño y la construcción
de un futuro cultural deseable: ¿hacia dónde queremos
ir? y sus respectivas estrategias de desarrollo: ¿hacia
dónde podemos ir?. La disponibilidad de estas observaciones
nos permitirán, por tanto, esbozar un guía estratégica
en la definición de objetivos a mediano y largo plazo
así como también la elaboración de políticas
culturales innovadoras basadas en los problemas del desarrollo
y los posibles comportamientos futuros, ya sean futuribles (posibles)
o futurables (deseables). En tal sentido, destacamos la necesidad
de una Prospectiva del Desarrollo Cultural Venezolano afín
al fomento y difusión de un Sistema Nacional de Innovación
Cultural, SNIC (GUZMÁN CÁRDENAS, Carlos. 1995),
que permita la conjunción de capacidades y actores, agentes,
fuerzas e instituciones distintas, tanto nacionales, regionales
y locales; tanto públicos como privados, a través
de relaciones fluidas y de mutuo intercambio, cuyo propósito
sea la generación o mejoramiento de procesos, productos
y sistemas de organización cultural para superar el
desarrollo asimétrico del consumo cultural venezolano;
de igual modo, para emprender con anticipación la gestación
de un futuro cultural deseable concerniente a la revalorización
progresiva de los aportes de la Cultura, y su articulación
con el desarrollo de la sociedad venezolana en su sentido más
amplio. Por otra parte, subrayando, la urgencia de revisar los
enfoques paradigmáticos de gestión cultural -de
pensamiento lineal y enclaustrante- que han caracterizado los
mecanismos, instrumentos y recursos financieros para operacionalizar
la totalidad del proceso de planificación del Desarrollo
Cultural Venezolano en los últimos veinte años.
En efecto, al agotamiento del modelo substitutivo de desarrollo
del país, si bien favoreció al proceso de industrialización
en un momento histórico determinado, empero, produjo grandes
desigualdades y desajustes culturales, cuya agudización
se hizo más evidente durante la década de los años
ochenta; entre otras cosas, debido, a las insuficiencias del
modelo para propiciar los cambios estructurales que demandaba
la sociedad venezolana.
Parte importante de los problemas que intento resolver el VIII
Plan de la Nación (1990) y que aspira resolver el
IX Plan de la Nación (1995) en lo atinente al sector
cultural tienen su origen en las políticas de desarrollo
puestas en práctica desde 1958. Sin embargo, la instrumentación
de la estrategia generó resultados concretos en lo concerniente
a los sectores sociales y culturales al irse concediendo importancia
a las políticas de democratización cultural, acompañadas
de un proceso, no siempre sostenido, de fortalecimiento de la
institucionalidad cultural, lo cual se traduce, de una parte,
en una complejización de los escenarios culturales institucionales
con diversos proyectos y racionalidades; de la otra, a un marcado
debilitamiento de la Acción Cultural Pública, especialmente
durante el comienzo de la mencionada década. Muchos problemas
de diversa índole se han acumulado en los últimos
cuatro años. El agotamiento del modelo cultural "civilizatorio":
"más cultura para todos", trascendió
a los ámbitos políticos, sociales y la comunidad
cultural en su sentido más amplio, sin haberse generado
oportunamente la búsqueda del consenso socio-cultural
necesario para reorientar el rumbo social del país, donde
la cultura forme parte de un verdadero proyecto de desarrollo
de la Democracia. Los problemas culturales más agudos
enmarcados en el desarrollo asimétrico de la urdimbre
cultural venezolana se han puesto en evidencia a partir de 1992
y respecto a los cuales se adoptaron políticas culturales
erradas, que si bien no produjeron una reducción de los
gastos y las inversiones culturales, sino que por el contrario
se incrementaron en los presupuestos nacionales, no obstante
el desafío, en el mediano y largo plazo, de alcanzar un
desarrollo cualitativamente distinto como sostén del sistema
democrático, para generar y armonizar cambios en los valores
sociales y culturales, fue obturado en la conciencia colectiva
para transformar radicalmente las estrategias de desarrollo cultural
y enfrentar los retos del Siglo XXI.

El inicio del fin del milenio ha demostrado para Venezuela la
impostergable necesidad de profundizar en los campos de la urdimbre
cultural, asumiéndola desde la perspectiva política
del Desarrollo Nacional, a partir de nuevas teorizaciones y enfoques,
cuya gestión, plantea requerimientos, oposiciones, desafíos
y encuentros de diversa índole. Y este reconocimiento
obliga a superar el paradigma cultural dominante. difusionista-extensionista
(ver figura Nº 2.) al igual que garantizar las articulaciones
orgánicas y dinámicas de los diversos contextos
socioculturales que caracterizan la formación cultural
de Venezuela.
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