- EL DESARROLLO ASIMÉTRICO DE
LA URDIMBRE CULTURAL VENEZOLANA (tendencias de los noventa)
En el caso de Venezuela, la acción cultural de los agentes
públicos y privados sigue obedeciendo al paradigma político-cultural
difusionista-extensionista, prevaleciendo como característica
central el mecenazgo patrimonialista en discrepancia con la evolución
del consumo cultural (los hábitos, prácticas y
gustos) de las grandes mayorías. Sumado a este modelo,
encontramos un proceso tendencial de mediatización de
lo culto y lo popular, acompañado de un cierto repliegue
al espacio privado, como espacio privilegiado del consumo cultural
y al menor uso de los espacios públicos, que pone en entredicho
las programaciones de carácter difusionista. Por otra
parte, se promueve en lo cultural un enfoque "tecnicista"
que persigue sustituir la presencia del Estado y reducirlo a
funciones estrictamente de carácter subsidiario, propiciando
la presencia de nuevos agentes y fuentes de fondos del sector
privado. Frente a tales características, persisten todavía
desequilibrios en cuanto a la oferta pública y privada
de los servicios de las industrias culturales-comunicacionales
así como una segmentación diferenciada en el consumo
de éstos.
De esta suerte, el Estado Venezolano mantiene una visión
dentellada sobre los sub-dominios del campo cultural industrial-masivo;
sin políticas, planes y proyectos para incorporarnos a
una nueva estructura de circulación cultural, sin afectar
nuestras identidades y diversidades. Las industrias culturales-
comunicacionales han adquirido una enorme centralidad en el consumo
cultural de las poblaciones urbanas de la Región Latinoamericana
(CATALÁN, Carlos, y Guillermo Sunkel, 1992); es de suponer,
que esta tendencia ocurre en nuestro país. Más
precisamente, esta inclinación indica, que el consumo
cultural de las poblaciones urbanas se ha transformado en un
equivalente al consumo de los bienes producidos por las industrias
culturales-comunicacionales.
La productividad de la economía mundial descansa hoy en
los procesos globales de información y en los sistemas
de transmisión electrónicos. En la lógica
de desarrollo de la moderna tecnología de comunicación
e información podemos encontrar una articulación
compleja en la que se integra, en una misma dinámica de
interdependencias recíprocas, la innovación tecnológica,
el desarrollo industrial de la economías avanzadas, la
nueva expansión del capitalismo y la política de
globalización, todo ello de manera conjunta e indisoluble
hacia un proceso de universalización de la información
y la cultura. El rápido desarrollo de esta mutación
tecnológica ha: a) alterado radicalmente el significado
económico y cultural de las cadenas de radio y televisión;
b) modificado la producción de programas (expandiendo
unos mercados internacionales crecientemente oligopólicos)
y la industria cinematográfica (que se ha vuelto complementaria
de la televisión y de la industria del video) y, c) alterado
la estructura de las antiguas ramas de las industrias culturales
(industria discográfica, editoriales) y generando nuevas
ramas (producción de video y video-clips como los ejemplos
más destacables).
Ahora bien, para tener una visión global de la diversificación
del sector cultural industrial-masivo así como de los
agentes que lo constituyen, basta ensayar un catálogo
ejemplificativo del mismo, sin pretender ser exhaustivos, a partir
del Derecho de Autor, ya que las industrias culturales y comunicacionales
no pueden existir sin obras, ni éstas sin autores. Así
tenemos (GUZMÁN CÁRDENAS, Carlos, 1993):
De las diferentes categorías de autores cuyas obras
sirven de sustrato indispensable para las Industrias Culturales
y Comunicacionales, aparecen:
- Autores literarios (en sus diversas categorías:
de ficción, de obras científicas, ilustrativas
y de enseñanza, etc.) y musicales (estos últimos
por la edición gráfica de sus composiciones), en
relación con la Industria Editorial.
- Autores de obras de arte en relación
con las industrias gráficas y plásticas.
- Diseñadores y dibujantes en la
industria gráfica.
- Escultores, dibujantes, diseñadores
y artesanos en las industrias de artes aplicadas.
- Autores, compositores y arreglistas musicales,
en sus relaciones con las editoras de música y la industria
fonográfica.
- Argumentistas, adaptadores, guionistas,
compositores, arreglistas, escenográfos, coreógrafos,
autores de dibujos animados y de efectos especiales, realizadores
y directores, en las industrias de obras audiovisuales y en los
medios radio-televisivos.
- Analistas de sistemas y demás creadores
informáticos, en la industria del "software"
y de las bases de datos.
- Arquitectos y decoradores en su vinculación
con la industria de la construcción.
- Autores literarios, fotográficos,
dibujantes y caricaturistas, en los medio impresos de comunicación.
Este tipo de agentes del sector, se conocen en términos
de un Circuito Cultural, según José Joaquín
Brunner (1987), como productores profesionales.
De las "Industrias Primarias" del Derecho de Autor
(HUMML, Marlies, 1990) que de acuerdo a cada legislación
nacional, tienen la titularidad, de los derechos de explotación
sobre la obra.
Podemos identificar:
- La industria editorial, respecto de las
obras sobre las cuales han adquirido los derechos de edición.
- La industria editorial musical, en relación
con las obras de las cuales es cesionaria.
- La industria fonográfica, respecto
de los derechos adquiridos mediante contratos de inclusión
de obras en fonogramas. En el caso de Venezuela, la industria
fonográfica nacional, que existe desde 1958, genera más
de un billón de bolívares de venta anual además
de mantener en funcionamiento inversiones superiores a los seiscientos
millones de bolívares (CONAPRI, 1992).
- La industria cinematográfica sobre
sus obras de cine.
- La industria de otras obras audiovisuales
y radiofónicas (p.e. telenovelas, radionovelas) sobres
las respectivas producciones.
ü La industria publicitaria, según el régimen
aplicable, sobre las contribuciones realizadas por encargo o
bajo relación de empleo, y sobre la obra en colaboración
resultante.
- La industria del diseño y otras
artes aplicadas.
- La industria del "software"
y de las "bases de datos" sobre los programas de computación
o las bases, según el caso.
ü La industria de la radiodifusión (radio, televisión)
sobre las producciones realizadas bajo su coordinación
y responsabilidad (p.e. informativos, reportajes y documentales).
De las "Industrias Secundarias" relacionadas con
el Derecho de Autor y que son productoras de bienes de capital
(HUMMEL, Mariles, 1990):
- Industrias productoras de equipos de impresión,
reproducción y encuadernación.
- Industrias fabricantes de la materia prima
para la fijación en soportes materiales (p.e. papel para
la impresión, pasta para los discos fonográficos,
películas en "celuloide" para los filmes).
- Industrias productoras de equipos de grabación
y reproducción sonora.
- Industrias fabricantes de equipos de filmación,
grabación y reproducción visual-audiovisual.
- Industrias productoras de equipos reprográficos.
- Industrias del "hardware" de
computación.
- Industrias fabricantes de soportes "vírgenes"
(audiocassettes, video- cassettes, diskettes).
Si bien es cierto, que estos bienes no son propiamente culturales,
dichos soportes son empleados directa o indirectamente para la
fijación, reproducción o difusión de bienes
intelectuales objeto de protección autoral. Por esto,
están incluidos en el sector de las industrias culturales,
nuevas tecnologías informáticas y comunicacionales.
De las "Industrias Auxiliares" que en la actividad
del sector creativo y de las Industrias primarias con la labor
de fijación, reproducción o difusión de
los bienes Intelectuales:
- Imprentas, litografías y encuadernadoras
de soportes gráficos, tanto de obras literarias corno
de material escrito relacionado con otras obras (p. ej. carátulas
de discos, de audio- cassettes y videocassettes, manuales de
uso de programas de computación, etc.)
- Empresas diseñadoras de portadas
de libros, de carátulas de discos, audiocassettes y videocassettes,
y de afiches divulgativos de las obras cinematográficas,
etc.
- Estudios de grabación y montaje
de fijaciones sonoras.
- Estudios de filmación, montaje
y edición de obras audiovisuales.
- Laboratorios de copiado de películas
y de reproducción de obras en videogramas, particularmente
audiovisuales.
- Fábricas de soportes que contienen
las artes aplicadas (p. ej. telares, fábricas de muebles,
tapices y cerámicas, fundidoras, etc.).
- Empresas reproductoras bajo licencia de
los soportes de programas de computación.
De la actividad comercial directa, a manera de ejemplos:
- Distribuidoras de libros y librerías.
- Distribuidoras fonográficas y discotiendas.
- Licenciatarias, distribuidoras y vendedoras
de videogramas.
- Distribuidores y exhibidores de películas
cinematográficas.
- Museos y Galerias de Arte.
- Salas de Teatro.
- Licenciatarias, distribuidoras y vendedoras
de programas de computación.
Otros servicios que no tienen como objeto principal la explotación
de las obras protegidas, pero su utilización forma parte
del objeto comercial:
- Los organismos de radiodifusión
(radio y televisión), no en su condición de productoras
de obras audiovisuales (industrias primarias), sino en su condición
de usuarias de obras preexistentes.
- El comercio de aparatos eléctricos
y electrónicos, destinados al uso de soportes materiales
contentivos de obras protegidas (aparatos reproductores de sonido,
videograbadoras, equipos de computación)
- La actividad publicitaria no como productoras
de bienes intelectuales (industrias primarias), sino como empresas
comerciales a quienes se contratan los servicios para la promoción
de obras protegidas, es decir, tuteladas.
- La actividad comercial, formal e informal,
que se genera alrededor de la industria del espectáculo.
Frente a tal expansión y diversidad de los mercados culturales,
tomando como ejemplo la Propiedad intelectual, resulta evidente
el lugar estratégico que deberían ocupar en una
agenda de prioridades de la Acción Cultural Pública
Nacional. En consecuencia, el Estado Venezolano está obligado
en el campo comunicacional y de las industrias culturales a tratar
de definir los grandes parámetros de una política
cultural democrática que pueda asegurar la existencia
y la reproducción de una diversidad de circuitos culturales
(BRUNNER, José Joaquín, 1987) con sus variadas
formas de operación a nivel de los agentes e instancias
institucionales de organización de la acción cultural.
Sin embargo, la situación predominante en la Venezuela
de los noventa, es, totalmente contraria al espíritu de
estos señalamientos. El pronunciamiento por la existencia
y la reproducción de diversos circuitos culturales en
la producción, difusión/distribución y uso/consumo
de mensajes, bienes y servicios culturales, se realiza en el
imaginario colectivo de los diversos sectores como un discurso
"sirnulado", que oculta una clara repartición
de los campos, funciones y dominios entre el Estado Venezolano
y el sector privado empresarial (HERNÁNDEZ, Tulio, 1987);
es decir, entre los agentes públicos y el capital, pero
con ausencias reales de verdaderas políticas culturales
y comunicacionales que respondan a la crisis societal de nuestro
país más allá del coto protegido de las
"bellas artes".
Al respecto, una vez más, al igual que en los anteriores
Planes de la Nación, el Estado intenta en el IX Plan definir
y asumir un papel más activo en la imbricación
cultura y comunicación; añosos problemas, antañas
soluciones, pero cometiendo el mismo error de siempre: no concebir
que en lo tocante a los bienes culturales, el desarrollo industrial
ha incorporado al sector de las industrias Culturales -los materiales
impresos y la literatura, la música, las artes visuales,
el cine y la fotografía, la radio y la televisión,
la computación, y la artesanía- tanto en lo que
concierne a la producción en sí del producto físico
o mensaje, en lo relacionado a los bienes e insumos necesarios
para su producción corno el grado de apropiación
simbólica que se realiza en al acto de sus consumos.
Obviamente, aunque existen equívocos o sesgos sobre el
tipo de actividades que abarcan las Industrias Culturales, los
medios de comunicación y las telecomunicaciones, lo cual
hace que tengan mayor o menor importancia, o se manejen cifras
económicas y estadísticas muy disímiles
(algunos incorporan desde todos los materiales y equipos para
la producción y difusión de mensajes, hasta el
turismo y el mercadeo; otros se limitan estrictamente al producto
en sí, el libro, p. Ej.), cada uno de los tipos de medios
electrónicos y bienes de consumo intermedio tienen, además
de sus propias características tecnológicas y de
producción, distintas formas de composición de
costos, de necesidad de insumos y equipos, de requerimientos
de divisas o dependencia externa -no ponderados por las políticas
culturales de la acción pública-, los cuales determinarían
distintos cursos de acción a la hora de tomar decisiones
sobre el tipo de apoyo que debe dársele a su producción,
orientación de mercados, actualización tecnológica
y desarrollo cultural. Por otra parte, el peso tan importante
que han adquirido para las economías nacionales la producción
industrial de bienes y servicios culturales en la constitución
de su Producto Interno Bruto (PIB), originado fundamentalmente
en el sector privado empresarial con escasa Participación
de la agencia pública, como en nuestro país, y
sobre todo, regulada por el mercado, señalan una reorientación
del enfoque político- cultural hacia un enfoque económico-
cultural (PORTALES, Diego, 1985), en donde desde la perspectiva
de los limites de la presencia del Estado en lo cultural, una
fuerte propensión intenta reducirlo a funciones estrictamente
de carácter subsidiario. Sin embargo, desde este enfoque,
el problema de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil
en su sentido más amplio, adquiere una dimensión
más amplia ante la necesidad y aspiración de una
Democracia Cultural Plural, Sustantiva, Integral y Participativa.
No obstante, si bien el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC),
ha reiterado su apoyo oficial al desarrollo de las Industrias
Culturales y Comunicacionales a través del IX Plan de
la Nación, particularmente en los dominios de la Artesanía,
el Libro, Radio y Televisión, Cine y Fotografía,
no cuenta con información sobre bienes e industrias culturales
que pudiesen orientar o facilitar el diseño de una Política
Cultural en ese sentido. No dispone de un sistema de indicadores
estratégicos de carácter prospectivo, que le permitan
identificar los elementos y las relaciones que componen la estructura
de consumo científico-tecnológico del Sistema de
Comunicaciones que se está desarrollando en el país,
mediante la cual se asocian o disocian los destinatarios/beneficiarios/usuarios
de la oferta tecnológica -tanto nacional como extranjera-
en calidad de bienes y servicios, de acuerdo a sus capacidades
de asimilación-negociación y según la topología
de equipamiento. Indicadores que actualizarían la información
sobre los procesos comunicacionales en sus variables tecno-económicas
y culturales, donde la más reciente investigación
de carácter holístico tiene una data de unos quince
años. Tampoco cuenta con una propuesta de inversión
o con una cartera de proyectos que pudiesen incidir en los planes
o programas económicos del país desde la acción
pública en materia cultural. Y lo peor del caso, es que
desconocemos cómo se apropian de estos bienes culturales
y lo resimbolizan la mayoría de los venezolanos.
Mientras no se llegue a estas definiciones, el Organismo rector
de la cultura, difícilmente podrá adelantar estratégicamente,
políticas, planes y proyectos tanto de inversión
como de gestión cultural para los sub-dominios de este
sector.

Estas inclinaciones que parecen determinar la ubicación
económica, política y cultural de las sociedades
contemporáneas, hacen evidente el nivel de tensiones y
desajustes que se van a producir a nivel internacional y regional,
pero con igual intensidad a los cambios, obligan a las naciones
latinoamericanas y en referencia especial a Venezuela, a desarrollar
herramientas más flexibles de análisis para interpretar
en las incertidumbres de estas novedades y, pensar el futuro
a largo plazo. Paralelamente, escapando de las realidades presupuestarias
y de inversión en donde los conceptos de industrias Culturales
y Nuevas Tecnologías Informáticas-,Telemáticas
son casi unos desconocidos y la relación entre cultura-desarrollo
comunicacional está limitada a encuentros esporádicos
de algunos Ministros de Educación y la Cultura.
En efecto, las orientaciones y las características de
la acción cultural pública en venezolana indican
no solamente la persistencia de un modelo de gestión inspirado
en el paradigma difusionista-extensionista, sino que además,
ha operado igualmente, la falta de una mirada prospectiva así
como la desarticulación entre los problemas comunicacionales
y culturales y, finalmente, una relativa inmutabilidad del sector
en su conjunto frente a los cambios que sería preciso
operar en su seno corno en el contenido de su acción.
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