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  de Tecnología

Contenido

PRESENTACIÓN
Roberto Guevara

LOS MUSEOS Y EL PÚBLICO
Armando Gaglíardi

El consumo cultural

PARA PENSAR LO MASSMEDIÁTICO O LA FASCINACIÓN DE LA COMUNICACIÓN MASIVA
Marcelino Bisbal

POLÍTICAS CULTURALES Y PÚBLICOS
Carlos Guzmán Cárdenas

LA ATENCIÓN AL PÚBLICO COMO CANAL DE IMAGEN
Oscar Ernesto Buroz

El Estudio del Público

VENTURAS Y DESVENTURAS DE LOS ESTUDIOS DE PÚBLICOS
Graciela Scbmilcbuk

Estudios de Casos

PÚBLICOS Y MUSEOS
- ALGUNAS REFLEXIONES Y EXPERIENCIAS
Carmen Teresa Soutiño

LA ACCIÓN EDUCATIVA DEL MUSEO DE BELLAS ARTES:
UNA MANERA DE ESTRECHAR VINCULOS CON LA COMUNIDAD

José Ignacio Herrera

MUSEO ARMANDO REVERÓN - UN MUSEO QUE TUVO PÚBLICO ANTES DE SER MUSEO

María Elena Huízi Castillo

EL DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN COMO ENTE INTEGRADOR Y DINAMIZADOR DEL PÚBLICO EN LOS MUSEOS
María Gabriela Gil

Investigaciones

UNA APROXIMACIÓN AL PERFIL DEL VISITANTE DEL MUSEO DE CIENCIAS

Haydee Logreira

EL MUSEO DE LOS NIÑOS DE CARACAS Y SUS VISITANTES
Carolina de Navarro Josnil Rojas

LA POLÍTICA DE PÚBLICO EJE DE LA TRANSFORMACIÓN DEL MAVAO
Emilia Maury de Pearce

LA ESPECIALIDAD DE LA CASA.- UN MENÚ AL GUSTO DEL CLIENTE
Milagro Gómez de Blavia

CONCLUSIONES

 


  • EL DESARROLLO ASIMÉTRICO DE LA URDIMBRE CULTURAL VENEZOLANA (tendencias de los noventa)

    En el caso de Venezuela, la acción cultural de los agentes públicos y privados sigue obedeciendo al paradigma político-cultural difusionista-extensionista, prevaleciendo como característica central el mecenazgo patrimonialista en discrepancia con la evolución del consumo cultural (los hábitos, prácticas y gustos) de las grandes mayorías. Sumado a este modelo, encontramos un proceso tendencial de mediatización de lo culto y lo popular, acompañado de un cierto repliegue al espacio privado, como espacio privilegiado del consumo cultural y al menor uso de los espacios públicos, que pone en entredicho las programaciones de carácter difusionista. Por otra parte, se promueve en lo cultural un enfoque "tecnicista" que persigue sustituir la presencia del Estado y reducirlo a funciones estrictamente de carácter subsidiario, propiciando la presencia de nuevos agentes y fuentes de fondos del sector privado. Frente a tales características, persisten todavía desequilibrios en cuanto a la oferta pública y privada de los servicios de las industrias culturales-comunicacionales así como una segmentación diferenciada en el consumo de éstos.

    De esta suerte, el Estado Venezolano mantiene una visión dentellada sobre los sub-dominios del campo cultural industrial-masivo; sin políticas, planes y proyectos para incorporarnos a una nueva estructura de circulación cultural, sin afectar nuestras identidades y diversidades. Las industrias culturales- comunicacionales han adquirido una enorme centralidad en el consumo cultural de las poblaciones urbanas de la Región Latinoamericana (CATALÁN, Carlos, y Guillermo Sunkel, 1992); es de suponer, que esta tendencia ocurre en nuestro país. Más precisamente, esta inclinación indica, que el consumo cultural de las poblaciones urbanas se ha transformado en un equivalente al consumo de los bienes producidos por las industrias culturales-comunicacionales.

    La productividad de la economía mundial descansa hoy en los procesos globales de información y en los sistemas de transmisión electrónicos. En la lógica de desarrollo de la moderna tecnología de comunicación e información podemos encontrar una articulación compleja en la que se integra, en una misma dinámica de interdependencias recíprocas, la innovación tecnológica, el desarrollo industrial de la economías avanzadas, la nueva expansión del capitalismo y la política de globalización, todo ello de manera conjunta e indisoluble hacia un proceso de universalización de la información y la cultura. El rápido desarrollo de esta mutación tecnológica ha: a) alterado radicalmente el significado económico y cultural de las cadenas de radio y televisión; b) modificado la producción de programas (expandiendo unos mercados internacionales crecientemente oligopólicos) y la industria cinematográfica (que se ha vuelto complementaria de la televisión y de la industria del video) y, c) alterado la estructura de las antiguas ramas de las industrias culturales (industria discográfica, editoriales) y generando nuevas ramas (producción de video y video-clips como los ejemplos más destacables).

    Ahora bien, para tener una visión global de la diversificación del sector cultural industrial-masivo así como de los agentes que lo constituyen, basta ensayar un catálogo ejemplificativo del mismo, sin pretender ser exhaustivos, a partir del Derecho de Autor, ya que las industrias culturales y comunicacionales no pueden existir sin obras, ni éstas sin autores. Así tenemos (GUZMÁN CÁRDENAS, Carlos, 1993):

    De las diferentes categorías de autores cuyas obras sirven de sustrato indispensable para las Industrias Culturales y Comunicacionales, aparecen:

  • Autores literarios (en sus diversas categorías: de ficción, de obras científicas, ilustrativas y de enseñanza, etc.) y musicales (estos últimos por la edición gráfica de sus composiciones), en relación con la Industria Editorial.
  • Autores de obras de arte en relación con las industrias gráficas y plásticas.
  • Diseñadores y dibujantes en la industria gráfica.
  • Escultores, dibujantes, diseñadores y artesanos en las industrias de artes aplicadas.
  • Autores, compositores y arreglistas musicales, en sus relaciones con las editoras de música y la industria fonográfica.
  • Argumentistas, adaptadores, guionistas, compositores, arreglistas, escenográfos, coreógrafos, autores de dibujos animados y de efectos especiales, realizadores y directores, en las industrias de obras audiovisuales y en los medios radio-televisivos.
  • Analistas de sistemas y demás creadores informáticos, en la industria del "software" y de las bases de datos.
  • Arquitectos y decoradores en su vinculación con la industria de la construcción.
  • Autores literarios, fotográficos, dibujantes y caricaturistas, en los medio impresos de comunicación. Este tipo de agentes del sector, se conocen en términos de un Circuito Cultural, según José Joaquín Brunner (1987), como productores profesionales.

    De las "Industrias Primarias" del Derecho de Autor (HUMML, Marlies, 1990) que de acuerdo a cada legislación nacional, tienen la titularidad, de los derechos de explotación sobre la obra.
    Podemos identificar:
  • La industria editorial, respecto de las obras sobre las cuales han adquirido los derechos de edición.
  • La industria editorial musical, en relación con las obras de las cuales es cesionaria.
  • La industria fonográfica, respecto de los derechos adquiridos mediante contratos de inclusión de obras en fonogramas. En el caso de Venezuela, la industria fonográfica nacional, que existe desde 1958, genera más de un billón de bolívares de venta anual además de mantener en funcionamiento inversiones superiores a los seiscientos millones de bolívares (CONAPRI, 1992).
  • La industria cinematográfica sobre sus obras de cine.
  • La industria de otras obras audiovisuales y radiofónicas (p.e. telenovelas, radionovelas) sobres las respectivas producciones.
    ü La industria publicitaria, según el régimen aplicable, sobre las contribuciones realizadas por encargo o bajo relación de empleo, y sobre la obra en colaboración resultante.
  • La industria del diseño y otras artes aplicadas.
  • La industria del "software" y de las "bases de datos" sobre los programas de computación o las bases, según el caso.
    ü La industria de la radiodifusión (radio, televisión) sobre las producciones realizadas bajo su coordinación y responsabilidad (p.e. informativos, reportajes y documentales).

    De las "Industrias Secundarias" relacionadas con el Derecho de Autor y que son productoras de bienes de capital (HUMMEL, Mariles, 1990):
  • Industrias productoras de equipos de impresión, reproducción y encuadernación.
  • Industrias fabricantes de la materia prima para la fijación en soportes materiales (p.e. papel para la impresión, pasta para los discos fonográficos, películas en "celuloide" para los filmes).
  • Industrias productoras de equipos de grabación y reproducción sonora.
  • Industrias fabricantes de equipos de filmación, grabación y reproducción visual-audiovisual.
  • Industrias productoras de equipos reprográficos.
  • Industrias del "hardware" de computación.
  • Industrias fabricantes de soportes "vírgenes" (audiocassettes, video- cassettes, diskettes).

    Si bien es cierto, que estos bienes no son propiamente culturales, dichos soportes son empleados directa o indirectamente para la fijación, reproducción o difusión de bienes intelectuales objeto de protección autoral. Por esto, están incluidos en el sector de las industrias culturales, nuevas tecnologías informáticas y comunicacionales.

    De las "Industrias Auxiliares" que en la actividad del sector creativo y de las Industrias primarias con la labor de fijación, reproducción o difusión de los bienes Intelectuales:
  • Imprentas, litografías y encuadernadoras de soportes gráficos, tanto de obras literarias corno de material escrito relacionado con otras obras (p. ej. carátulas de discos, de audio- cassettes y videocassettes, manuales de uso de programas de computación, etc.)
  • Empresas diseñadoras de portadas de libros, de carátulas de discos, audiocassettes y videocassettes, y de afiches divulgativos de las obras cinematográficas, etc.
  • Estudios de grabación y montaje de fijaciones sonoras.
  • Estudios de filmación, montaje y edición de obras audiovisuales.
  • Laboratorios de copiado de películas y de reproducción de obras en videogramas, particularmente audiovisuales.
  • Fábricas de soportes que contienen las artes aplicadas (p. ej. telares, fábricas de muebles, tapices y cerámicas, fundidoras, etc.).
  • Empresas reproductoras bajo licencia de los soportes de programas de computación.

    De la actividad comercial directa, a manera de ejemplos:
  • Distribuidoras de libros y librerías.
  • Distribuidoras fonográficas y discotiendas.
  • Licenciatarias, distribuidoras y vendedoras de videogramas.
  • Distribuidores y exhibidores de películas cinematográficas.
  • Museos y Galerias de Arte.
  • Salas de Teatro.
  • Licenciatarias, distribuidoras y vendedoras de programas de computación.

    Otros servicios que no tienen como objeto principal la explotación de las obras protegidas, pero su utilización forma parte del objeto comercial:
  • Los organismos de radiodifusión (radio y televisión), no en su condición de productoras de obras audiovisuales (industrias primarias), sino en su condición de usuarias de obras preexistentes.
  • El comercio de aparatos eléctricos y electrónicos, destinados al uso de soportes materiales contentivos de obras protegidas (aparatos reproductores de sonido, videograbadoras, equipos de computación)
  • La actividad publicitaria no como productoras de bienes intelectuales (industrias primarias), sino como empresas comerciales a quienes se contratan los servicios para la promoción de obras protegidas, es decir, tuteladas.
  • La actividad comercial, formal e informal, que se genera alrededor de la industria del espectáculo.

    Frente a tal expansión y diversidad de los mercados culturales, tomando como ejemplo la Propiedad intelectual, resulta evidente el lugar estratégico que deberían ocupar en una agenda de prioridades de la Acción Cultural Pública Nacional. En consecuencia, el Estado Venezolano está obligado en el campo comunicacional y de las industrias culturales a tratar de definir los grandes parámetros de una política cultural democrática que pueda asegurar la existencia y la reproducción de una diversidad de circuitos culturales (BRUNNER, José Joaquín, 1987) con sus variadas formas de operación a nivel de los agentes e instancias institucionales de organización de la acción cultural.

    Sin embargo, la situación predominante en la Venezuela de los noventa, es, totalmente contraria al espíritu de estos señalamientos. El pronunciamiento por la existencia y la reproducción de diversos circuitos culturales en la producción, difusión/distribución y uso/consumo de mensajes, bienes y servicios culturales, se realiza en el imaginario colectivo de los diversos sectores como un discurso "sirnulado", que oculta una clara repartición de los campos, funciones y dominios entre el Estado Venezolano y el sector privado empresarial (HERNÁNDEZ, Tulio, 1987); es decir, entre los agentes públicos y el capital, pero con ausencias reales de verdaderas políticas culturales y comunicacionales que respondan a la crisis societal de nuestro país más allá del coto protegido de las "bellas artes".

    Al respecto, una vez más, al igual que en los anteriores Planes de la Nación, el Estado intenta en el IX Plan definir y asumir un papel más activo en la imbricación cultura y comunicación; añosos problemas, antañas soluciones, pero cometiendo el mismo error de siempre: no concebir que en lo tocante a los bienes culturales, el desarrollo industrial ha incorporado al sector de las industrias Culturales -los materiales impresos y la literatura, la música, las artes visuales, el cine y la fotografía, la radio y la televisión, la computación, y la artesanía- tanto en lo que concierne a la producción en sí del producto físico o mensaje, en lo relacionado a los bienes e insumos necesarios para su producción corno el grado de apropiación simbólica que se realiza en al acto de sus consumos.

    Obviamente, aunque existen equívocos o sesgos sobre el tipo de actividades que abarcan las Industrias Culturales, los medios de comunicación y las telecomunicaciones, lo cual hace que tengan mayor o menor importancia, o se manejen cifras económicas y estadísticas muy disímiles (algunos incorporan desde todos los materiales y equipos para la producción y difusión de mensajes, hasta el turismo y el mercadeo; otros se limitan estrictamente al producto en sí, el libro, p. Ej.), cada uno de los tipos de medios electrónicos y bienes de consumo intermedio tienen, además de sus propias características tecnológicas y de producción, distintas formas de composición de costos, de necesidad de insumos y equipos, de requerimientos de divisas o dependencia externa -no ponderados por las políticas culturales de la acción pública-, los cuales determinarían distintos cursos de acción a la hora de tomar decisiones sobre el tipo de apoyo que debe dársele a su producción, orientación de mercados, actualización tecnológica y desarrollo cultural. Por otra parte, el peso tan importante que han adquirido para las economías nacionales la producción industrial de bienes y servicios culturales en la constitución de su Producto Interno Bruto (PIB), originado fundamentalmente en el sector privado empresarial con escasa Participación de la agencia pública, como en nuestro país, y sobre todo, regulada por el mercado, señalan una reorientación del enfoque político- cultural hacia un enfoque económico- cultural (PORTALES, Diego, 1985), en donde desde la perspectiva de los limites de la presencia del Estado en lo cultural, una fuerte propensión intenta reducirlo a funciones estrictamente de carácter subsidiario. Sin embargo, desde este enfoque, el problema de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil en su sentido más amplio, adquiere una dimensión más amplia ante la necesidad y aspiración de una Democracia Cultural Plural, Sustantiva, Integral y Participativa.

    No obstante, si bien el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), ha reiterado su apoyo oficial al desarrollo de las Industrias Culturales y Comunicacionales a través del IX Plan de la Nación, particularmente en los dominios de la Artesanía, el Libro, Radio y Televisión, Cine y Fotografía, no cuenta con información sobre bienes e industrias culturales que pudiesen orientar o facilitar el diseño de una Política Cultural en ese sentido. No dispone de un sistema de indicadores estratégicos de carácter prospectivo, que le permitan identificar los elementos y las relaciones que componen la estructura de consumo científico-tecnológico del Sistema de Comunicaciones que se está desarrollando en el país, mediante la cual se asocian o disocian los destinatarios/beneficiarios/usuarios de la oferta tecnológica -tanto nacional como extranjera- en calidad de bienes y servicios, de acuerdo a sus capacidades de asimilación-negociación y según la topología de equipamiento. Indicadores que actualizarían la información sobre los procesos comunicacionales en sus variables tecno-económicas y culturales, donde la más reciente investigación de carácter holístico tiene una data de unos quince años. Tampoco cuenta con una propuesta de inversión o con una cartera de proyectos que pudiesen incidir en los planes o programas económicos del país desde la acción pública en materia cultural. Y lo peor del caso, es que desconocemos cómo se apropian de estos bienes culturales y lo resimbolizan la mayoría de los venezolanos.

    Mientras no se llegue a estas definiciones, el Organismo rector de la cultura, difícilmente podrá adelantar estratégicamente, políticas, planes y proyectos tanto de inversión como de gestión cultural para los sub-dominios de este sector.

    Estas inclinaciones que parecen determinar la ubicación económica, política y cultural de las sociedades contemporáneas, hacen evidente el nivel de tensiones y desajustes que se van a producir a nivel internacional y regional, pero con igual intensidad a los cambios, obligan a las naciones latinoamericanas y en referencia especial a Venezuela, a desarrollar herramientas más flexibles de análisis para interpretar en las incertidumbres de estas novedades y, pensar el futuro a largo plazo. Paralelamente, escapando de las realidades presupuestarias y de inversión en donde los conceptos de industrias Culturales y Nuevas Tecnologías Informáticas-,Telemáticas son casi unos desconocidos y la relación entre cultura-desarrollo comunicacional está limitada a encuentros esporádicos de algunos Ministros de Educación y la Cultura.

    En efecto, las orientaciones y las características de la acción cultural pública en venezolana indican no solamente la persistencia de un modelo de gestión inspirado en el paradigma difusionista-extensionista, sino que además, ha operado igualmente, la falta de una mirada prospectiva así como la desarticulación entre los problemas comunicacionales y culturales y, finalmente, una relativa inmutabilidad del sector en su conjunto frente a los cambios que sería preciso operar en su seno corno en el contenido de su acción.

 

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